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Automatismos: tics, muletillas y demás parásitos
En las situaciones comunicativas los automatismos verbales o corporales cercenan la credibilidad porque son una estafa para el interlocutor, el auditorio o el espectador.
Una pierna que se mueve deshabitada, unos dedos tintineando sobre la mesa, una muletilla lingüística o una pregunta que sin ser retórica, no espera respuesta, actúan como destructivas carcomas de la interacción.
La ausencia de significado y sentido contextual, la vacuidad que los caracteriza y su acontecer al margen del tema que motiva la interacción, producen un ruidoso discurso en paralelo, generado por un cuerpo que parece más dispuesto a interferir que a colaborar.
Informan de una parte ausente, distraen, proporcionan pistas falsas acentuando aleatoriamente el discurso y desorientando al interlocutor atento que las sigue una y otra vez hasta que descubre que no forman parte del argumento en ninguno de sus códigos (verbales o no verbales), sino de una manifestación alocada de los instrumentos comunicativos que se agitan sin intención ni decisión.
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Por el contrario, cuando la intención comunicativa nos impregna aumenta el nivel de alerta sensorial y muscular traduciéndose en un patrón comunicativo fluido, compacto, unitario, sin flecos, que hace que seamos percibidos con presencia (en presente) y que nutre nuestra credibilidad.
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