Hoy mi hijo ha observado que cuando el sol brilla con intensidad, las personas que no llevan gafas de sol tienden a fruncir el ceño para protegerse. Hasta aquí no parece una observación sorprendente, sin embargo, ha añadido: creo que si llevaran gafas estarían de mejor humor.
Podría parecer una deducción divertida, aunque absurda. Pero , por extraño que pueda resultar, no tiene nada de absurda.
Estamos acostumbrados a pensar que nuestras emociones o sentimientos se generan vía “psicológica” y de forma motivada, es decir, como consecuencia de alguna causa que las provoca.
Sin embargo, nuestros estados de ánimo no solo están en manos de esos desencadenantes, sino que, y esto es muy importante, se ven modificados por el comportamiento de nuestros músculos.
Lo que ocurre es que nuestro cerebro recibe información de todos los músculos del cuerpo, y esa información la lee, la interpreta y en función de esa interpretación manda órdenes al resto del organismo para que todo él funcione de manera coherente.
Un ejemplo: está comprobado que si aguantamos un lápiz entre nuestros dientes , como los músculos que estamos implicando son los mismos que se activan al sonreír, el cerebro “lee” que nos sentimos alegres y dispara los mecanismos químicos y eléctricos que provocan que efectivamente nos sintamos alegres.
Del mismo modo, si apretamos el ceño y entrecerramos los ojos, aunque solo sea por protegernos del sol, el cerebro etiquetará ese comportamiento muscular como de enfado, preocupación, malestar… y acabaremos sintiéndonos así, incluso buscando causas que justifiquen nuestro estado, cuando en realidad lo único que habrá ocurrido es que nos molestaba el sol y no teníamos con qué protegernos.
Existe mucha investigación que avala tanto el experimento que os he contado, como muchos similares. Os animo a que si estáis interesados en conocer las fuentes me escribáis y con gusto os las facilitaré.
Mientras,
os propongo que experimentéis con el poder que vuestros músculos faciales tienen sobre vuestros estados de ánimo Clic para tuitear.
Probad a mantener un gesto y observad qué pasa en la mente ¡os parecerá cosa de magia!
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