El SNA responde con sus dos partes: simpática y parasimpática.
Cuando nos enfrentamos a situaciones muy tensas (sean o no realmente peligrosas) este mecanismo de alerta se dispara provocando que nuestra musculatura laríngea y extralaríngea se disponga a contribuir a la protección del organismo mediante el cierre de la tráquea para mantener el aire y posibilitar el esfuerzo muscular.
Esa respuesta automática ante el peligro percibido, dificulta la vibración y por tanto la producción de la voz, ya que la tráquea se cierra firmemente mediante los pliegues vocales y los falsos pliegues vocales (bandas ventriculares). Si en esas circunstancias deseamos seguir produciendo voz, la tensión muscular hará que nuestra voz suene apretada y entrecortada.
Aunque una vez que la situación ha pasado, el sistema parasimpático se encarga de que recuperemos el ritmo normal, afortunadamente existen estrategias tanto para controlar la respuesta laríngea, aún cuando el sistema simpático esté actuando, hablamos de la retracción de las bandas ventriculares, como para acelerar la intervención del parasimpático a través del control postural.
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