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Alegato en defensa de la imitación

Todas las voces están en tu voz

Incluso para los detractores de la imitación vocal como fuente de aprendizaje resulta innegable que el desarrollo de la función vocal está condicionado al desarrollo de la función auditiva, un organismo que no escucha es un organismo que no emite.  

Ahora sabemos que aprendemos a producir voz estimulados por la repetición de aquello que escuchamos. La variedad de estímulos sonoros a los que se somete un individuo incide sobre el tipo de sonidos que este individuo producirá. Así las variables “audibles” de la cultura (tanto el idioma, como factores de índole social, educativo, histórico…) incidirán en el tipo de voz de los individuos particulares.

Las experiencias de Jaron Lanier, Christian Keysers o Jeremy Bailenson apuntan a que los entornos de realidad virtual podrían actuar como potentes situaciones de aprendizaje a nivel neuronal. Aprovechando la plasticidad cerebral se “juega” a ensayar nuevos modelos de respuesta o incluso a interactuar en el medio con otro cuerpo. La observación o la escucha de  actores con los que nos identificamos activa en nuestro cerebro las mismas zonas que la ejecución real de las tareas. Se produce una simulación cerebral con consecuencias directas en las destrezas practicadas.

Al parecer ahí está la base del aprendizaje por imitación, ya practicado por los gremios de la edad media, y del que no sabíamos su razón de ser hasta que Rizzolati nos habló de las ahora  famosas neuronas espejo

También nuestra laringe, movida por las “copionas” neuronas motoras ensaya los sonidos que escuchamos. 
Puedes comprobarlo: escucha las sensaciones musculares que se producen en tu laringe (zona de la llamada “nuez”) mientras suena el siguiente audio
Probablemente al escuchar a Tom Waits hayas notado cierta presión, o cierto ahogo, quizá una sensación parecida al momento de tragar: son tus bandas ventriculares intentando aproximarse a lo que están escuchando. 
Sin embargo piensa ahora en la voz de Shakira, imagina que vas a imitarla, ni siquiera hace falta que emitas ningún sonido para que  tu sensación haya cambiado, tu laringe se prepara ahora de otra manera y  con mucha probabilidad, incluso sin escuchar, habrás puesto en marcha la acción del constrictor medio faríngeo.
La imitación es uno de los recursos más potentes de aprendizaje, no conozco ninguna razón para renunciar a ella.

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